08 abril 2017

Totalitarismo en España



“Sólo cabe progresar cuando se piensa en grande. Sólo es posible avanzar cuando se mira lejos.”

José Ortega y Gasset

 




“Jamás ha sido tan imprevisible nuestro futuro, jamás hemos dependido tanto de las fuerzas políticas, fuerzas que parecen pura insania y en las que no puede confiarse si se atiene uno al sentido común y al propio interés. Es como si la Humanidad se hubiera dividido a sí misma entre quienes creen en la omnipotencia humana (los que piensan que todo es posible si uno sabe organizar las masas para lograr ese fin) y entre aquellos para los que la impotencia ha sido la experiencia más importante de sus vidas¹.” 

Estas palabras¹ pertenecen al prólogo de la primera edición norteamericana, publicada en 1951, de “Los orígenes del totalitarismo”, el refulgente libro de la filósofa judía y agnóstica Hannah Arendt, una de las pensadoras políticas más influyentes del siglo pasado. 

Arendt perteneció a una generación marcada por las dos guerras mundiales. En su Alemania natal fue perseguida por ser judía. Tras un breve encarcelamiento en 1933 decidió refugiarse en París. Allí trabajó en organizaciones que ayudaban a otros refugiados judíos a emigrar a Palestina. En 1940 se trasladó a EE.UU. donde residió el resto de su vida. El régimen nazi le retiró la nacionalidad alemana en 1937, por lo que fue apátrida durante 13 años hasta que consiguió la estadounidense en 1951. Dio clases en las universidades de California, Chicago, Columbia y Princeton. Impartió conferencias por todo el mundo. Fue también profesora de escuela superior y periodista. Publicó importantes obras sobre filosofía política pero siempre rechazó ser clasificada como 'filósofa' o 'filósofa política'. Definió sus publicaciones como «teoría política al servicio a la Humanidad». Y es que Arendt, una mujer de acción, estaba convencida de que «aun en los tiempos más oscuros tenemos derecho a esperar cierta iluminación», una luz que, más que de las grandes teorías, proviene de las grandes personas, de sus actos, de la ejemplaridad de sus vidas. Arendt dixit.

De la crisis del totalitarismo dijo Arendt que es «quizá la más profunda en la historia occidental desde la caída del Imperio romano». Una afirmación tan rotunda y cercana a la realidad como esa hace pertinente que nos preguntemos si la derrota militar de los nazis y la desaparición de los soviéticos con el muro de Berlín habrán sido suficientes para que hayamos superado definitivamente, 80 años después, aquella terrible crisis en la que nuestra civilización occidental cayó presa de las ilusiones totalitarias. 

Lo que veo es que hay totalitarios que saben que ‘todo’ fue posible en la Alemania nazi de Hitler o en la Rusia bolchevique de Stalin. Y luego están las personas ‘normales’ que viven sus vidas ‘normales’ que, probablemente, sepan algo de los campos de concentración nazis o del gulag soviético. Que algunas, posiblemente, hayan visto una película o un documental o hayan leído un artículo. Pero pocas, seguramente muy pocas, saben que ‘todo’ fue posible con el totalitarismo.







En España vivimos tiempos cada vez menos claros. La ‘luz’ de la transición desaparece 38 años después de que decidiéramos dejar atrás el régimen del general Franco y pasar a regirnos por la Constitución que instauró nuestro «Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político», según establece el artículo 1.1. Y lo que es peor, oscuras sombras se ciernen sobre esos valores, cada vez más ausentes de las vidas ‘normales’ de los ciudadanos ‘normales’. 

Yo no soy filósofo. Ni político ni politólogo. Tampoco profesor o periodista. Solo soy un español libre que quiere seguir siéndolo. Un padre que hace lo que está en su mano para que sus hijas puedan serlo. Un ciudadano que día tras día comprueba cómo su país es menos diverso, maduro, democrático y avanzado, al tiempo que más uniforme, infantil, intolerante y retrógrado. Soy, en definitiva, un español preocupado por lo que ocurre en España, especialmente después de haber visto reflejados mis análisis más inquietantes sobre la realidad de nuestro país en “Los orígenes del totalitarismo”

El presente artículo es una consecuencia de esa preocupación. Me propongo analizar aquí los aspectos que considero más relevantes de la actualidad social y política de España, señalando las coincidencias de mi análisis con el realizado por Arendt, tras largos años de trabajo, en su libro. A tal objeto he seleccionado 28 fragmentos del libro, los he listado en un documento, les he asignado un número de orden y los he relacionado con este artículo colocando dicho número de orden como superíndice en determinadas palabras del texto.







Para evitar confusiones con el concepto de totalitarismo²⁻⁴ creo necesario recordar que se trata de una forma de gobierno con un partido único que controla 'totalmente', más, por tanto, que cualquier dictadura, la vida de las personas¹⁵. Que en Europa no hay gobiernos totalitarios, desaparecieron con Hitler y con Stalin. Que son los totalitarios, las personas que propugnan el totalitarismo, los que no han desaparecido. Que siguen creando movimientos que forman organizaciones. Unas organizaciones que actúan como sociedades secretas a la luz del día²⁰. Que quieren dominar a las masas, no de forma autoritaria, sino mediante la manipulación. Que pretenden hacerse con los Estados desde dentro¹⁵. Que utilizan las instituciones para controlar las fuerzas de seguridad y los medios de comunicación. Que necesitan a las fuerzas de seguridad del estado para controlar, no solo a las masas, sino también a los miembros del movimiento. Que emplean ideologías como el nacionalismo, el racismo y el comunismo para adoctrinar a las masas aniquilando las personas para convertirlas a 'la nueva fe' e introducirlas en ‘el movimiento’. Que se sirven del odio⁷ y del terror⁶ para crear las condiciones que les permitan alcanzar el poder. Y que usan la violencia para conquistarlo. Un poder que, en definitiva, utilizan para hacer más grande su movimiento. Un movimiento que nunca se conforma con adueñarse sólo de su propio territorio³⁻⁵⁻¹⁵.







Lo que veo en España, permítanme que insista en ello, es que se apaga la luz de la Transición al tiempo que oscuras sombras crecen amenazando los valores superiores de nuestro Estado de Derecho.

Sí, oscuras sombras crecen en un territorio con una organización terrorista que asesinó a 858 personas (829 desde la muerte de Franco) para conseguir sus objetivos políticos nacionalistas. Oscuras sombras en las instituciones del Estado que acogen a partidos políticos que justifican sus 858 ejecuciones²⁵ y que se niegan a condenar¹¹ esa terrible historia de violencia y terror. Unas instituciones inútiles para las víctimas de más de 300 asesinatos sin resolver y para decenas de miles de personas privadas de sus derechos y de su dignidad humana⁹. 

Tristemente, también hay oscuras sombras en los corazones de millones de españoles que, indiferentes ante las consecuencias de la violencia y el terror, miran hacia otro lado¹². Millones de sombras oscuras en quienes, callados y quietos²⁶, permitieron que dirigentes de nuestra nación hablaran de política con terroristas. Millones de oscuras sombras en quienes, quietos y callados²⁷, permiten que se lleve a cabo una infame campaña propagandística, a cuenta de una tregua y una entrega de armas, para blanquear esa repugnante historia y para distraer la atención de su inalterable objetivo político: destruir nuestro Estado de Derecho rompiendo la Constitución, el marco legal que garantiza la convivencia entre todos los españoles como ciudadanos libres e iguales ante la ley⁸, vivamos donde vivamos, hablemos el idioma que hablemos y votemos a quien votemos. Es decir, destruir nuestra nación.







Oscuras y peligrosas como esas, crecen también otras sombras amenazadoras en otro territorio en el que centenares de miles de personas son hostigadas por no asumir ese objetivo compartido con los terroristas de destruir la Constitución. Oscuras sombras que tampoco parecen preocupar a dirigentes de nuestra nación que negocian con los administradores de ese territorio su poder territorial y nuestro dinero, en contra de la voluntad de la mayoría de los ciudadanos, y sin importarles ni la maligna astucia de esos administradores ni las estructuras de estado que construyen 'a la luz del día'²⁰. Unos administradores territoriales con un importante apoyo electoral que se traslada al siguiente cuando el anterior es sustituido tras ser encausado por corrupción y/o por desobediencia a las leyes. Un apoyo que posiblemente sea debido a la eficacia de la propaganda de los medios subvencionados por la maligna administración territorial. Pero también a algo que sus medios fomentan en las masas: la atracción hacia la maldad¹⁰.








Con todo, la más oscura sombra que nos acecha ha sido señalada por Jorge Bergoglio, el papa Francisco, como el origen de un cáncer que corroe las sociedades actuales: la orfandad espiritual. Una orfandad espiritual que nace en la división y fragmentación de nuestra sociedad. Una división y fragmentación que, además de provocar la pérdida de los lazos que nos unen, tanto en el ámbito político como en el social, pueden ser utilizadas por minorías poderosas para dominar a la mayoría²⁷. 

Probablemente por eso hay quien persigue la división y la fragmentación de nuestra nación¹³, la destrucción de nuestra Constitución y el debilitamiento de nuestro Estado de Derecho y de nuestras instituciones. Sí, división, fragmentación, debilitamiento y destrucción necesarios para derribar¹⁶ los pilares de nuestra sociedad, la libertad y la igualdad ante la ley, con el fin de convertirnos a todos los ciudadanos en una masa de individuos aislados¹⁴ y sin valores, ni éticos ni espirituales, a los que fácilmente se pueda dominar²³⁻²⁴.







Probablemente por eso hay quien inventa historias de estados opresores frente a territorios oprimidos y tramas ilegales contra pueblos esquilmados que, aunque inicialmente pueden estar 'basadas en hechos reales', su verdadera finalidad es atraer hacia 'el movimiento' el interés de las masas. Se trata de sugestivas historias que ayudan a las personas masificadas a evadirse de su triste y desraizada realidad. Son historias que, en definitiva, les introducen en la zona de influencia de ese 'movimiento', empujándoles a que se involucren en él y se sientan parte de algo grande e importante¹⁸⁻¹⁹. 

Probablemente por eso hay quien respalda las teorías más descabelladas y las mentiras más increíbles conformando masas cínicas e incrédulas a las que no les importa la razón sino el éxito¹⁷⁻²¹⁻²²⁻²⁶.

Probablemente por eso también hay quien intenta ocultar el auténtico progreso político y social que defiende lo que nos une a los demás, no lo que nos separa

Probablemente por eso hay quien intenta destruir a políticos libres y honestos que luchan sin concesiones contra la corrupción de los partidos mayoritarios y se enfrentan sin ambages a minorías poderosas que quieren dominar a una mayoría que vota a partidos que se dejan dominar. Y es posible que también por eso hay quien promociona a políticos oportunistas de diferentes colores que, aunque hábiles frente a la hipocresía de los viejos partidos mayoritarios, son como ellos: dóciles con las minorías poderosas.







Y probablemente por eso, debido a esa docilidad, tendríamos que ir con cuidado. Porque las sombras más peligrosas no son las llamativas siluetas que habitan en las minorías extremistas sino los perfiles difusos que deambulan por los moderados partidos mayoritarios. Unos partidos que a pesar de que sus líderes hablan de igualdad y de no contentar a esas minorías, mandan mensajes en los que se muestran dispuestos a 'acomodar determinados territorios en España', tal y como pretenden los administradores territoriales con los que negocian, mediante una reforma de la Constitución que incluya en parte objetivos políticos de esas minorías poderosas. Objetivos como, por ejemplo, blindar competencias lingüísticas de los territorios bilingües limitando aún más el libre ejercicio del derecho a hablar castellano en esos territorios (artículo 3.1 de la Constitución).

Sí compatriotas, división y fragmentación, los objetivos políticos de esas minorías poderosas lideradas por oligarquías con asesinos nacionalistas, con golpistas que desobedecen las leyes y con unos amigos de ambos, esos ‘nuevos políticos’ que no muerden la mano bolivariana que les da de comer.







Hannah Arendt, la gran teórica de la política al servicio de la Humanidad, concluyó su inmenso libro afirmando que el totalitarismo²⁸, «como potencialidad y como peligro siempre presente, es muy probable que permanezca con nosotros a partir de ahora.» Yo termino mi modesto artículo denunciando la existencia de acogedoras sombras para el peligro totalitario que amenaza social, política y jurídicamente nuestra libertad. Y, además, esperando de intelectuales, políticos, politólogos, profesores, periodistas y personas ‘normales’, algo tan necesario, frente a esas amenazadoras sombras, como la iluminación a la que tenemos derecho (Arendt dixit) para ver el totalitarismo en España.


A Rosa Díez González


 

NOTA: Se actualizan las imágenes del artículo el 11/04/2018