06 diciembre 2011

La paz es la Constitución




No sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos.

Esa debió ser la conclusión a la que llegó Mario Onaindia un año antes de su muerte. Él, que amenazado por ETA, paseó con escolta por las calles de Vitoria los últimos años de su vida. Él, que fue miembro de la organización terrorista y nacionalista vasca en los años sesenta y, tras su escisión, de ETA (pm). Él, que fue parlamentario vasco y dirigente de Euskadiko Ezkerra y, finalmente, senador por el Partido Socialista de Euskadi-Euskadiko Ezkerra (PSE-EE), la federación vasca del PSOE. Él, que estuvo con los de las pistotas y con los de las nucas, sabía bien lo que pasa a ambos lados de la Constitución española. 







Por eso, esa sabiduría de quien conoce lo que tiene y lo que pierde es la que da un valor incalculable a estas palabras escritas por Onaindia en enero de 2002, un año antes de su muerte, en el artículo 'La Constitución es sagrada':
 
"Quienes niegan que la Constitución y el Estatuto son sagrados es sólo porque desean colocar en su lugar un ídolo falso al que no sólo idolatran, sino que ansían que adoremos los demás: «la voluntad de la mayoría de la sociedad vasca» utilizada como un fetiche o como un detente bala, para mostrar su equidistancia de las víctimas y de los asesinos así como su falta de compromiso con el sistema democrático. (…)

No conozco ninguna idea de Dios imaginada por ninguna religión que merezca más adoración y veneración que los derechos cívicos que protegen mi derecho a la vida, a opinar, reunirme, a manifestarme o a elegir a unos representantes políticos que tengan como primer compromiso la defensa de estos derechos, amparados en la Constitución; ni ningún cielo que merezca nuestro sacrificio mejor que la sociedad plural y abierta que diseña la Constitución, ¿por qué, entonces, no habríamos de considerarla sagrada?"







Dos años después, la Constitución, que según Onaindia debería ser sagrada para todos los demócratas, fue puesta en la diana, precisamente por ETA, en el comunicado de la 'tregua en Cataluña':

“Al final de la dictadura franquista el Estado español inventó el Estado de las Autonomías con el objetivo de ahogar las ansias de libertad de las naciones vasca, catalana... Hoy en día, trascurridos 25 años la crisis en la que se encuentra inmerso el marco político de la reforma española es más clara y profunda que nunca. Y podemos afirmar que ha sido la lucha de estos dos pueblos por su liberación la que ha provocado esa crisis: Euskal Herria y Cataluña son las cuñas que están haciendo crujir el caduco entramado del marco institucional y político impuesto. (…)

Teniendo en cuenta todos estos elementos de análisis y con el deseo de que los lazos entre nuestros pueblos se estrechen en base a los principios de respeto, no injerencia, y solidaridad, ETA comunica a Euskal Herria y al pueblo catalán la suspensión de su campaña de acciones armadas en Cataluña a partir del 1 de enero del 2004.

Un saludo revolucionario a todos los independentistas catalanes.

Gora Euskal Herria Asakatuta! Visca Catalunya Lliure! Gora Jon Félix! Gora Joan Carles".

En Euskal Herria, a febrero del 2004 







La Constitución como garante de la paz y la libertad es la idea que Fernando Savater (Basta Ya) defendió diez meses después de que la Vicepresidenta del Gobierno de España manifestara que 'el fin del terrorismo' no debe plantearse en los términos de vencedores y vencidos. Ocurrió en el acto de conmemoración del día de la Constitución de 2006. En ese acto cívico, Savater, acompañado de Javier Urquizu (COVITE) y Mikel Buesa (Foro Ermua), defendió la Constitución en Vitoria, donde muy pocos ciudadanos se atrevían a hacerlo. Y lo hizo leyendo en público el manifiesto 'La paz es la Constitución':

"Nos hemos reunido aquí para celebrar el día de la Constitución, la fiesta máxima de nuestras libertades cívicas y nuestras garantías sociales. Además de una jornada de alegría, será bueno también que aprovechemos la fecha para hacer en común una reflexión sobre el significado de la Constitución y para reafirmarnos en su inequívoca defensa. 

La Constitución es ante todo la garantía de la paz y la convivencia en nuestro Estado de Derecho. Quienes hemos vivido dentro de la Constitución todos estos años hemos vivido en paz: y quienes han muerto por defender la Constitución lo han hecho por mantener la paz frente a quienes buscaban imponer la tiranía por el camino del terror y el asesinato. 

Se habla a veces hoy de conseguir por medio del diálogo un acuerdo de convivencia. Pero ésa es precisamente la mejor descripción de la Constitución: un acuerdo de convivencia conseguido por medio del diálogo parlamentario que luego ha ido siendo concretado y desarrollado en los diversos Estatutos de Autonomía. Quienes durante tantos años han atentado contra los ciudadanos respetuosos de la Constitución no buscan ni convivencia ni diálogo: sólo buscan imponer brutalmente su monólogo y doblegar a quienes no aceptan su conquista del poder por medio de la fuerza.

Los que hemos luchado tanto tiempo contra el terrorismo no lo hicimos meramente por razones humanitarias y por repugnancia moral ante el crimen, sino por la más pura y simple de las razones políticas: por defender la libertad de nuestro país contra quienes pretenden secuestrarla o intimidarnos para que renunciemos a ella.

Desde luego, queremos la paz: pero la paz no puede ser nunca mera ausencia de violencia, sino que debe ser presencia y vigencia de la Constitución, sin coacciones, extorsiones ni amenazas. Estamos dispuestos a aceptar como conciudadanos a cuantos se acojan a la norma constitucional pero no estamos dispuestos a suspender ni un solo día nuestro derecho de ciudadanos para complacer a los chantajistas del terror, que quieren reinventar el país como precio a renunciar a sus desmanes

La paz debe ser el triunfo de la Constitución, que es la victoria de todos. El resto es imposición y sumisión a la locura sanguinaria de unos pocos o al oportunismo de quienes pretenden aprovecharse de esa herencia de pánico para obtener una hegemonía política que no podrían conseguir de otro modo. 

¡Ciudadanos, larga vida a la Constitución! ¡Defendamos, hoy como ayer, la garantía de nuestras libertades!"










Al día siguiente de la manifestación de Barcelona contra la sentencia del Tribunal Constitucional en la que declara inconstitucionales aspectos del Estatuto de Cataluña, Rosa Díez, como se puede comprobar en los dos vídeos anteriores, defend nuestra Ley de leyes en Madrid, junto a la sede del TC, leyendo el 'Manifiesto en defensa del orden constitucional' y proclamando, entre otras, las palabras siguientes:

"La unidad de la Nación española que proclama nuestra Constitución no es otra cosa que la igualdad jurídica de todos nosotros tomados de uno en uno, como sujetos libres y miembros conscientes de la misma democracia. Y esta es, ciertamente, la unidad que pone en peligro la negación del orden constitucional a través de leyes y de acciones de gobierno que no nos consideran ciudadanos de la misma Nación sino que, imponiendo obligaciones y deberes diferentes, convirtiendo privilegios en falsos derechos y arbitrariedades en falsas obligaciones, nos dividen en rebaños enfrentados donde lo que importa no es la libertad y la igualdad entre ciudadanos personalmente diferentes, sino la identificación cerril con un pensamiento obligatorio y uniforme que llaman, sin serlo, 'identidad cultural'.

Con la excusa de contentar a nacionalistas descontentos por definición, de potenciar disparatados derechos de lenguas y territorios a base de restarlos a las personas, de reparar viejas heridas sentimentales y resucitados agravios históricos, de imponernos por nuestro presunto bien leyes sectarias que casi nadie reclama, los partidos que gobiernan España y numerosas comunidades autónomas protagonizan constantes ataques contra la Constitución. Sus esfuerzos por controlar y manipular la justicia, la hacienda, los medios de comunicación y todas las demás instituciones públicas para ponerlas al servicio de sus intereses particulares, su contumacia en tomar decisiones claramente inconstitucionales, nos han conducido a una gravísima crisis política. (...)

Cuando el orden constitucional está en peligro, también lo está la libertad de todos y cada uno de nosotros. Es el momento de que los ciudadanos conscientes digamos de nuevo basta ya, como muchos miles dijeron no hace tanto frente al terrorismo y al nacionalismo obligatorio en el País Vasco. Es el momento de exigir el cese de todo ataque contra la Constitución, y el fin del desacato de los gobiernos a las leyes y sentencias que no les gustan.

Como ciudadanos que cumplimos las leyes y acatamos las sentencias de los tribunales de justicia, incluso las que no compartimos, exigimos a los gobernantes, comenzando por el Gobierno de la Nación, que también ellos respeten la legalidad y cumplan y hagan cumplir las sentencias de los tribunales, incluyendo la de este Tribunal Constitucional relativa al Estatuto de Cataluña. Porque un país donde los gobernantes se reservan cumplir o no la legalidad a su conveniencia no es un Estado de derecho sino el reino de la arbitrariedad. Porque sin justicia constitucional no hay democracia. (...)

El objetivo de la política democrática no es hacer que unos se sientan más cómodos que otros a base de imponernos a todos sus sentimientos, haciéndolos obligatorios; el objetivo de la democracia no es restañar heridas imaginarias ni ganar retroactivamente guerras del pasado. El objetivo de la Constitución no es dar satisfacción a mitos y emociones que, por muy comprensibles y humanas que sean, van contra los principios de solidaridad, libertad e igualdad sin los cuales no hay democracia ni ciudadanía, sólo tribus enfrentadas y encadenadas a emociones primarias.

La política democrática debe perseguir el perfeccionamiento incesante de las instituciones, trabajar por un gobierno más eficaz y transparente, por un parlamento más representativo y reflexivo, por una justicia más autónoma y justa. La democracia es la consecución de más libertad personal y de más igualdad entre los ciudadanos con independencia de cuál sea su riqueza, su lugar de nacimiento o residencia, su profesión, su lengua materna, su sexualidad, sus creencias y sentimientos de identidad o pertenencia. Libertad e igualdad son los valores supremos que debe preservar y cultivar el orden constitucional de la democracia, y estos son precisamente los valores que están poniendo en grave peligro los ataques contra el orden constitucional de la España democrática que hoy hemos venido a defender.

Ciudadanos, nuestra libertad está amenazada por quienes creen que pueden dividirnos para acabar con la igualdad y la solidaridad entre nosotros, levantando fronteras artificiosas en nombre de mitos y prejuicios que encubren turbios intereses e impiden la regeneración de la política democrática.

Ciudadanos, ¡Basta ya de ataques a la democracia!

Ciudadanos, ¡Viva la Constitución!"



(Inicio actualización 23/04/2016)






Han transcurrido siete meses desde que, con total impunidad y con total ausencia de consecuencias para él o para su partido, un diputado de Amaiur arrancara varias páginas de la Constitución en el Congreso de los diputados

Han pasado doce días desde que una periodista quemara la Constitución en la televisión pública catalana con total impunidad y con total ausencia de consecuencias para ella o para TV3

Han discurrido solo unas horas desde que Pablo Iglesias afirmara, con total impunidad y con total ausencia de consecuencias políticas para él o para Podemos, que "sin personas como Otegi no habría paz".

Han avanzado los años en el calendario, tantos como catorce, desde aquel en el que Onaindia escribió su artículo defendiendo nuestros sagrados derechos. Pero nosotros no hemos avanzado nada en la defensa de nuestra 'sagrada' Constitución. No, no hemos avanzado nada como nación de ciudadanos dispuestos a defender nuestros derechos. Más bien al contrario, seguimos de brazos cruzados mientras los enemigos de la Constitución avanzan poniéndola en peligro y, con ella, poniendo también en peligro nuestro derecho a ser libres e iguales ante la ley

¿Sabemos lo que tenemos con la Constitución? ¿Estamos dispuestos a complacer a los chantajistas del terror, de la secesión o de la 'plurinacionalidad' hasta acabar con la España constitucional que defiende nuestros derechos? ¿Tendremos que perderlos para saber lo que tenemos?


(Fin actualización 23/04/2016)






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