14 octubre 2018

Elijo a mis hijas




Jean-Paul Sartre cuenta en "El existencialismo es un humanismo" que, durante la guerra, un alumno suyo vino a pedirle consejo. El chico tenía verdaderamente un dilema moral. Su padre había abandonado a la familia y tendía al colaboracionismo, mientras que su hermano mayor había sido abatido en la ofensiva alemana de 1940. El alumno quería vengarlo. Pero he ahí que "su madre vivía sola con él, muy afligida por la traición del padre y por la muerte del hijo mayor, y su único consuelo era él. Este joven tenía, en ese momento, la elección de partir para Inglaterra y entrar en las Fuerzas francesas libres, o bien de permanecer al lado de la madre, y ayudarla a vivir. Se daba cuenta perfectamente de que esta mujer sólo vivía para él y que su desaparición -y tal vez su muerte- la hundiría en la desesperación". Es decir, se encontraba frente a dos tipos de acción diferentes: "una concreta, inmediata, pero que se dirigía a un solo individuo; y otra que se dirigía a un conjunto infinitamente más vasto, a una colectividad nacional, pero que era por eso mismo ambigua, y que podía ser interrumpida en el camino. Al mismo tiempo, dudaba entre dos tipos de moral. Por una parte, una moral de simpatía, de devoción personal; y por otra, una moral más amplia, pero de eficacia más discutible". (...)

Unos doce años después de que Sartre escribiera esto, en 1957, Albert Camus recibió el premio Nobel de Literatura. En Estocolmo dio multitud de entrevistas y conferencias. Y en una de ellas, un estudiante argelino le increpó por su actitud equidistante en el conflicto entre el Frente de Liberación Nacional argelino y el ejército francés, exigiéndole justicia. Al joven le parecía inaudito que el escritor no apoyara el avance hacia la independencia de Argelia, con bombas y tortura, si eso era lo que hacía falta. Camus, ya agotado, le respondió: "En estos momentos están poniendo bombas en los tranvías de Argel. Mi madre puede estar en uno de esos tranvías. Si la justicia es eso, prefiero a mi madre".


Soy un ciudadano libre que quiere seguir siéndolo. Un padre que hace lo que está en su mano para que sus hijas también puedan serlo. Por eso dos días después del segundo referéndum ilegal para la autodeterminación de Cataluña decidí dar la cara por la Constitución y, tras escribir con seudónimo desde el año 2011 en la primera entrada de mi blog, empecé a publicar con mi nombre, apellidos y foto.  

24 años antes había conseguido mi primer empleo y aún hoy sigo teniendo la suerte de disfrutar con mi trabajo, siempre como empleado por cuenta ajena. Si bien es cierto que ese disfrute ha sido mayor en unas empresas que en otras. 

Varias veces tuve que reinventarme profesionalmente. Y ahora, con 56 años a cuestas, me toca hacerlo de nuevo. Esta vez será como trabajador autónomo y para seguir desempeñando el trabajo que más me apasiona y así poder permitirme el lujo de no tener que trabajar ni un sólo día el resto de mi vida, tal y como dijo Confucio.

Pero, como casi siempre, suele haber un 'pero'. En efecto, mi actividad profesional vuelve a ser difícilmente compatible con 'dar la cara en mi blog y en Twitter', así que he de retomar mi antiguo perfil con el seudónimo 'Lo que veo en el camino' y la imagen del peregrino caminando detrás de su sombra.

Les aseguro que no es una decisión fácil ya que las razones que me empujaron a 'dar la cara' no han desaparecido. Muy al contrario, vivimos tiempos cada vez más difíciles y oscuros que hacen necesario que los ciudadanos libres y decentes demos la cara para defender la libertad y la democracia. 

Mi esposa dice que todo pasa por algo. Yo le añado que algo hay que hacer para que las cosas pasen. 

Así que algo hice cuando la vida me dio la oportunidad de encontrar un trabajo que me apasiona aunque, también por algo, la vida misma me hizo coincidir con personas que me impidieron avanzar en mi camino profesional

Sin embargo, lo más importante para mí es que ahora tengo una nueva oportunidad y voy ha hacer todo lo necesario para aprovecharla.

Me disgusta mucho dejar cosas a medio hacer pero, como aquel alumno de Sartre, he tenido que elegir. Y he elegido seguir compartiendo lo que veo en el camino pero también, al igual que Camus, elijo dar la cara por alguien. Elijo a mis hijas.