09 enero 2021

Maldigo el asalto al Capitolio

 





Es curiosa España. Sabemos que estamos sometidos a una implacable doble vara de medir. Sabemos que llega al extremo de que por el mismo hecho unos son castigados y vilipendiados y otros son premiados y elogiados. Pero una mayoría, al menos de la opinión publicada, tiene ya tan interiorizada esta perversión, que ni siquiera se percibe la escandalosa injusticia y la maldad implícitas. 

Hoy tiene mucha actualidad porque los que más se mesan los cabellos por el asalto al Capitolio en Washington son los que han llamado incontables veces a rodear y asaltar el Congreso de los Diputados. Y han aplaudido tomas de parlamentos en el resto del mundo. Nadie olvida que para los comunistas es un acto fundacional la toma del despreciable poder burgués. 

Pero hipócritas y cínicos no son solo los comunistas de Podemos y sus colegas etarras y golpistas. También los ultracentristas —hoy les gusta ya que los llamen socialdemócratas— se escandalizan con un acto de violencia por parte de partidarios de Trump tras un año de salvaje violencia izquierdista por todo EEUU que no le molestaba demasiado, no fuera a decir alguien que defendían a Trump. Así, bandas ultras del izquierdismo y racismo de Black Lives Matter han incendiado, saqueado, acosado, aterrorizado ciudades y barrios y asesinado a inocentes que se resistían. Todo en aras del progresismo. Era mejor callar, porque al fin y al cabo, a quién le gusta que le llamen facha o trumpista, que es como franquista pero viajado. 

Sabemos que tenemos un partido en el gobierno, Podemos, cuyo origen conocido está en la decisión de Hugo Chávez de utilizar a unos comunistas españoles para montar una cabeza de puente en Europa que tanto prometía para lograr su ansiada mayor influencia política en el continente europeo. Y para extender su amplia trama del crimen transnacional puesta en marcha con el régimen de Irán, dirigida por entonces por su amigo Ahmadineyad. 

Sabemos también que el otro partido del gobierno español, el PSOE, ha tenido inconfesables relaciones con el régimen venezolano, ahora acusado por la ONU de crímenes de lesa humanidad. Que van desde las comisiones por armamento y equipo hasta el colosal saqueo de PDVSA, la petrolera venezolana, literalmente esquilmada por la mafia comunista chavista y sus amigos, muchos socialistas españoles. 

Pero resulta que no son ellos los que tienen que explicar sus vínculos trasatlánticos con criminales y asesinos como esa Delcy Rodríguez, que tiene prohibida la entrada en la UE, y trae decenas de maletas de contenido desconocido que desaparecen en Madrid tras pasar la frontera sin control gracias a la intervención directa y nocturna del ministro Ábalos. No sabemos cuántas veces ha traído a Madrid maletas esta Delcy, conocida traficante de cocaína, oro y divisa. Ni si los socialistas son destinatarios de parte o todas esas maletas. Ni tampoco sabemos si vienen maletas regularmente para esos otros íntimos amigos del mayor régimen narcotraficante del mundo, Podemos. 

Resulta que saltan desde los etarras y comunistas, valga la redundancia, hasta los ultracentristas blanditos del PP a aullar en conmovedora armonía a pretender que sea Vox quien debe explicarse sobre el asalto al Capitolio que se atribuye a Donald Trump. Yo no creo que tenga que hacerlo. Porque Vox tiene tanto que ver con el asalto al Capitolio como Sánchez con el asesinato de 1.500 jóvenes iraníes a manos de los policías torturadores amigos de su gobierno. 

Pero ante tanto ruido y visto que ya se percibe la consigna del globalismo socialdemócrata —al que obedecen desde los terroristas a los casadistas y gamarreños— de utilizar el lamentable suceso del Capitolio para lanzar un masivo pogromo contra las fuerzas nacionales y conservadoras en EEUU y en Europa, voy a dejar una serie de cosas claras desde un punto de vista personal, aprovechando el margen que me otorga mi condición de independiente en las listas de Vox. Como desde la plena coincidencia con todo lo expresado por Vox al respecto. 

A los tsunamis de mentiras a los que estamos acostumbrados no respondo. Pero sí quiero explicar por qué en ningún momento justifico el asalto al Capitolio. Por mucha y justificada que sea la ira de quienes se sienten estafados. Que ven cómo es política progresista oficial la vejación, el desprecio y la destrucción de su mundo. Y que han sido menospreciados e insultados por los medios desde 2016. Y el presidente legítimo al que votaron ha sido agredido durante toda su mandato como nadie nunca en la historia de su país. La violencia es injustificable y condenable en sí. Pero este asalto conlleva además un trágico crimen añadido, porque significa una inmensa catástrofe política para aquellos que, en mi opinión, tienen la razón y la verdad de su parte. Este asalto solo beneficia a los enemigos de Trump y de las fuerzas conservadoras y nacionales. Y a los enemigos de la civilización y de la libertad. 

Puede que sean ciertos o no los indicios de la existencia de agentes provocadores, ciertas son en todo caso las inauditas facilidades de una protección policial absurda por inexistente ante una jornada de esas características. Claro está que los seguidores de Trump cayeron en la trampa fuera propia o ajena y le entregaron la carta final decisiva de esta partida al enemigo. 

Hoy están felices quienes quieren olvidar todo lo sucedido para que estas elecciones fueran las más sucias desde la guerra civil tras meses de violencia sistemática de las fuerzas izquierdistas agitadas si no por Biden sí por Kamala y todos los medios a su disposición que son prácticamente todos. Meses de incendio, acosos y asesinatos y terror en ciudades ocupadas, en los que el entorno de la candidatura de Biden pagaba las fianzas de los criminales violentos detenidos, asesoraba en las acciones y movilizaba para ese voto por correo que al final resultó incontrolable. 

Todo ello tras cuatro años de invención de casos contra Trump para tenerlo acosado por los medios de comunicación. Entre ellos la trama rusa, que hoy se sabe fue una fabricación encargada por el entorno de Obama y Biden a la progresía de los cuadros dirigentes del FBI y CIA. Las elites en la administración norteamericana son ya en su inmensa mayoría esos productos marxistas salidos de las universidades que ya son el ideal de Gramsci gracias a la apabullante herencia de la Escuela de Frankfurt. Compañeros de facultades de los periodistas de unos medios convertidos en maquinaria de combate contra Trump con censura total a todo lo que pudiera favorecer al presidente como la corrupción probada de Biden y su familia. 

Mientras se fabricaban casos para atacar a Trump, se ocultaban con coordinación cuasi soviética en la alianza de medios todas las informaciones que hubieran ofrecido a los norteamericanos un cuadro más real y completo del corrupto, calculador, falsario y libidinoso personaje que es Joe Biden. 

Cierto es que es especialmente grave el asalto a la sede del Capitolio como parlamento que es. Por eso hay que recordar que una turba violenta ocupó por la fuerza el Senado cuando juraba su cargo el juez del Supremo nombrado por Trump, Brett Kavanaugh. Los medios informaron de aquel asalto como una gesta y fiesta feminista en favor del progresismo y en contra de un juez reaccionario. Cuando son los progresistas los que planean y llevan a cabo un asalto al Senado nadie reprocha nada a todo el coro del Partido Demócrata y los medios que difaman y vejan al juez de forma inconcebible. Cuando en el tumulto y caos de una gran manifestación y extrema tensión se produce un asalto desde luego no preparado por los manifestantes, el culpable es Donald Trump que había pedido manifestación pacífica hasta el Capitolio. 

Trump ha errado mucho en su defensa. No ha sabido cultivar aliados. Su personalidad reúne todos los rasgos de genialidad que se le vuelven en contra. Lo cierto es que jamás nadie en la historia se enfrentó a tamaña alianza de intereses. Nadie jamás ha estado expuesto a ataques más brutales y violentos de las fuerzas más poderosas del planeta, empezando por las propias de su país que le habían jurado lealtad. Al final, la colosal alianza ha ganado y ha cumplido su objetivo: impedir a toda costa que, decidiera, quisiera o votara el norteamericano lo que decidiera, quisiera o votara. El resultado jamás podía ser un nuevo mandato de cuatro años para Donald Trump. 

Una alianza internacional que va desde Bill Gates a Merkel, desde Xi Jiping a Soros, desde la Disney a Bertelsmann, desde Putin a Twitter o la Comisión Europea, desde Facebook a Rohaní, desde Amazon a Maduro, al Papa chavista o a toda la industria del cuento/negocio climático, ha utilizado todos los medios a su disposición, que son literalmente todos, para liquidarle porque era el obstáculo más peligroso para sus planes generales de homogeneización global de gobierno, trabajo, información, control, producción y conductas. Cae así el presidente más auténtico que ha tenido EEUU desde luego desde Ronald Reagan. El que más beneficios efectivos y reales ha logrado para su gente. Sí, señores, cae con Trump el principal bastión que tenía el mundo libre para seguir siéndolo. 

Por eso no solo condeno el asalto al Capitolio, señores. Por eso lo deploro. Y lo maldigo. Porque lo planeara quien lo planeara. Lo iniciaran provocadores o provocados, ha sido el paso decisivo para el triunfo de la gran alianza contra la libertad frente a un hombre valiente, libre y visionario. Será difícil que los defensores de la civilización occidental y de la sagrada libertad, identidad e individualidad del ser humano encuentren un sustituto pronto para esta inmensa pérdida. 

Pero como dice John Voight, otro gran admirador de Trump, en esta guerra entre la verdad y la mentira, la ventaja de defender la verdad está en que, aunque se pierda y se sufra horas, días, años o décadas, la verdad nunca te traiciona, aunque no vivas para verla triunfar. Las alianzas de mezquinas conveniencias basadas en la estafa y la mentira y dirigidas por pequeños miserables hombres de poder, por poderosas que lleguen a ser, tienen fecha de caducidad.









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